Pase por un tiempo de bloqueo para sentarme a escribir; perdida entre la satisfacción instantánea que genera crear videos (insta-stories) y recibir comentarios y consultas y mensajes agradables prácticamente 24/7. ¿Para qué sentarme a escribir durante días, a investigar a crear, si todos quieren ver lo que pasa en tiempo real?. Si, todos queremos eso. Pero ese instante de satisfacción también me estaba corriendo de concretar mi deseo: el de escribir. El de poder darle palabras a todo esto que estoy viviendo y sintiendo.

Llevo 9 meses fuera de casa

9 meses de haber pasado los días más felices de mis 30 años. Y si, lo son, porque hace 9 meses me anime a hacer lo que tantos años había deseado: dejar todo e irme de viaje. Con lo que implica ese “dejar todo”: dar de baja un alquiler, vender autos, ropa, muebles. Vender hasta las cucharas. Renunciar a ese trabajo que me daba un ingreso fijo al mes. Ingreso que nunca era suficiente, pero que en cierto punto me daba tranquilidad. Alejarme de mis amigos, de mi familia. Dejar a Beatriz (nuestra hermosa perrita) al cuidado de nuestra familia. Vivir bajo horarios diferentes, teniendo que hacer malabares para poder organizar una video llamada decente. Perderme de cumpleaños, embarazos y nacimientos. No estar para tomar un mate cuando me necesitan.
 
9 meses lejos de lo que conocíamos como la única forma de vida. Lejos de nuestros seres queridos, de nuestra zona de confort. De días, actividades y formas de relacionarnos ya diagramadas. Donde no había mucho espacio para que nuevas experiencias y sensaciones aparezcan. Porque todo estaba ya preestablecido. Con alguna que otra crisis incluida, que siempre involucraba las ganas de viajar.
Vidaenviajee

9 meses de aprender a vivir siendo solo dos

pero también siempre uno. Porque acá no solo estoy creciendo como mujer, como individuo, sino también como pareja. Porque cada día tenemos que estar pendientes el uno del otro, entender nuestros silencios. Agarrarnos las manos para seguir caminando, conociendo. Poner el amor delante de todo. Escucharnos. Entendernos. Darle a la pareja el espacio que necesita para crecer y florecer, mientras yo misma intento hacerlo, mientras el aire fresco de este invierno nórdico me invade, me empuja hacia adentro, me invita a sentarme nuevamente a escribir y aprender a vivir conmigo misma. A escucharme y entender por que hay días que río mucho y días en los que solo quiero llorar, o quedarme en la cama, alejada del celular. Mirando series sin sentido, que hagan que el día pase rápido para no sentarme a crear. Porque cumplir tus sueños también implica un gran HACERTE CARGO.
 
Ahora tengo a mi cargo no solo conseguir un trabajo durante un tiempo que me permita ahorrar lo suficiente para seguir viaje, sino también que tengo que hacerme cargo de cumplir mi sueño: tengo que hacerme cargo de escribir, de contar, de mostrar lo que significa viajar. Tengo que hacerme cargo de haber decidido ser FELIZ. Con todo lo que eso implica.
 
Este no es un post como cualquier otro, donde les recomiendo que ver o qué hacer en alguna linda ciudad. Este más bien, es un post donde les cuento que viajando uno también tiene sus momentos bajos. Me replanteo muchas veces al mes: ¿qué estoy haciendo?¿por qué no te dejas de joder, Marina, y volves? ¿por qué no te podes acomodar un poco y hacer el esfuerzo de querer una vida estable? Y cuando empiezo a escuchar esas preguntas, no encuentro respuesta. Me niego a darle forma de vida a situaciones que me lleven a sentirme ahogada, estancada, y perdida nuevamente. No podría ser yo si tuviera que volver ahora a hacer de cuenta que este viaje no sucedió. Porque, y aunque suene trillado decirlo, me fui para encontrarme.
 
Más de una persona me dijo antes de irme: “ojalá que encuentres eso que estas buscando,eso que tanto necesitas”. Y yo, en ese momento, no pude relacionar que el malestar que sentía interno al estar atada a una silla en una oficina que no me dejaba expandir mis alas, se notaba con tanta claridad.
 
Hoy estoy feliz, aunque el fin de la working holiday que se avecina, empieza a generarme nuevas incertidumbres: y ahora, ¿a dónde vamos? ¿seguiremos en esto otro año más? ¿volvemos un tiempo y arrancamos de nuevo? Pero ahora sonrío al hacerme estas preguntas, porque a diferencia de las que me hacía meses atrás, estas si son cosas que quiero pensar para poder decidir qué camino voy a tomar.
 
Y ahora si, con estas líneas expuestas, me doy cuenta que estoy donde quiero estar: valió la pena cada día y cada experiencia vivida. Porque ahora las preguntas que tengo que afrontar, son las de la vida que quiero llevar.
Compartir en:

Otros Artículos