Pero, en este casi primer año de viaje, aprendí más de mi y del mundo de lo que esperaba. Aprendí que el idioma es una barrera para relacionarte, sí, pero que siempre hay formas de comunicarte con el otro y aprender. Aprendí, en esas ganas de comunicarme, que no necesitaba ser bilingüe para poder charlar con otro, o para poder trabajar. Aprendí que tenía la vara muy alta sobre mi misma, y sobre el resto, y que con constancia y esmero podemos estar en un país con otro idioma y relacionarnos igual.
Va a costar, sí, y quizás no puedas tener un alto puesto en un bar o comercio, pero vas a poder trabajar y vas a poder relacionarte. Depende más que nada de intentarlo. Tan simple y tan complejo como suena.
También aprendi que se puede disfrutar del trabajo. Compartir horas de cada día con culturas diferentes, con historias de vida tan diferentes, te hace ver el trabajo de otra manera. Simplemente como lo que es: un medio para un fin. En mi caso, la oportunidad de mejorar mi inglés, ahorrar algo de plata y viajar. Qué diferente suena eso a como veía mis horas (eternas, tortuosas, aburridas) en la oficina.