Centro de Conservación de osos pandas.

“¡Mira gorda, hay un panda!”, me susurró Mariano de cerca para no molestar a esos pequeños gigantes que comenzaban a desperezarse y dar vueltas entre la hierba y los árboles como seguramente hacen cada día a las 9 de la mañana. 
 
En los últimos dos años, convertí mi vida en una especie de show, invitando a quienes conozco – y a los que no – a ser partícipes activos de mi cotidianidad. Así es como, desde que me levanto hasta que me voy a dormir, mantengo a quien quiera seguirme al tanto de lo que veo, vivo y siento. La premisa es no inventar; tampoco oculto lo que no me gusta y evito no compartir aquello que me hace mal.
Pero algo me dijo que la visita al mundo de los Pandas en China tenía que esperar unos meses para poder compartirla con el resto del mundo.
Necesitaba procesar lo que vivi, entender donde había estado y, sobre todo, como había llegado hasta allí.
 
Centro de Conservación de Osos Pandas Gigantes: 
 
Para tomar la decisión final de si íbamos a ir o no al Centro, hice la investigación pertinente al caso: leí blogs, charle con quienes habían ido sobre su experiencia. Leí lo negativo y lo positivo de cada uno de los que me contestó. No se si sabían, pero desde China es muy difícil acceder a blogs y páginas webs como estamos acostumbrados a hacerlo en el mundo occidental, así y todo, logré encontrar algunos sitios oficiales de los santuarios, leer ciertas experiencias que aparecían en esas webs y hacerme una idea de lo que estaba por vivenciar.
Yo quería ver pandas, pero en su hábitat natural. No quería ir a un zoológico atiborrado de gente, o hacer fila para sacarme una foto con el pobre animal acorralado entre gritos de turistas y los flashes de las cámaras. No quería exponerlos ni exponerme a ser parte de una actividad con la cual no comulgo más. Porque no voy a ser hipócrita, crecí en un mundo en el que es normal ir al zoológico, sacarte foto con los delfines o alimentar al elefante que misteriosamente estaba en Buenos Aires o Luján. Pero por suerte, esa normalidad con la que crecí está mutando y hoy soy parte de los que luchan por el cambio. Voy despacio, a mi tiempo, porque son muchas creencias las que hay que mutar. Son muchas las costumbres y actividades que tengo que cambiar, pero lo estoy haciendo y es lo que al fin y al cabo, cuenta.
 
En fin, ya con toda la investigación realizada, llegue a la conclusión de que lo único que podía hacer era ir a la reserva natural que está a 10km de la ciudad de Chengdu. Al ser la más cercana al centro, me imaginé que podía ser la más concurrida, pero así y todo necesitaba ver con mis propios ojos de que se trataba todo esto que me tuvo en vela durante tanto tiempo. Ya estaba saturada de información y experiencias ajenas. Era hora de vivir en carne propia lo que sea que pasaba en ese Centro de Conservación.
 
El Shock del Panda: 
 
Tomar el subte en China es un placer: todo está señalizado en ingles, por lo que es fácil moverse. La parada de subte en la que hay que bajar para luego tomar el colectivo que te lleva al Centro de Conservación se llama Panda, por lo cual no fue difícil organizarnos antes de salir.
Cuando bajamos del subte sentí que estaba en una película. Desde el minuto cero todo se convirtió en un show: gente vestida con gorros, remeras, medias y hasta polleras con dibujos de pandas. La estación de subte decorada con pandas y al salir, colectivos amarillos con figuras que te llevaban una vez que comprabas tu entrada en el shop.
 
Quisiera que puedan ponerse en mi lugar: estaba en China. Llegue hasta ahí cumpliendo el sueño de hacer la ruta del Transiberiano. Cruce Rusia y Mongolia en tren, y después de mucho tiempo de investigación, estaba por entrar a una reserva natural a ver pandas.
 
Lo primero que hice fue sacar el celular para filmar. Y mientras lo hacía, empecé a llorar, mezcla de emoción por aquellos animales hermosos que estaba admirando y mucha tristeza y frustración al entender en dónde estaba. Mariano me miro con carita de desconcierto, y me di cuenta que a mi alrededor todos empezaban a hacerlo. Me trate de calmar mientras caminaba y me obligue a retener las lágrimas que querían seguir fluyendo.
 
En mi cabeza la historia tenía que ser otra: me imaginaba un lugar seguro, tranquilo y silencioso. Me imaginaba a quienes íbamos a ingresar en silencioso, con mucho respeto. Imaginaba que quizás, subíamos a un jeep para ir recorriendo y ver desde lejos como era la interacción y vida de los pandas. Nada de esto fue así.
 
Desde el bus amarillo con fotografías de pandas, aquella imagen armoniosa que había inventado comenzó a desvanecerse. En su lugar, aparecieron las cámaras con flashes vibrantes, los gorros de colores y los gritos de la gente.
Desde el ingreso al Centro se vibraba un ambiente diferente: “esto parece Disney”, le dije a Mariano después de darme vuelta y ver a mi alrededor a miles de personas disfrazadas de pandas y elevando la voz con tonos eufóricos, el mismo tono de quien está por ingresar a un parque de diversiones.
 
Adentro la cosa no era muy diferente, existe la opción de comenzar a caminar e ir siguiendo el mapa que te dan en el ingreso con los diferentes puntos a destacar, o hacer colas eternas para subirte a un jeep que te ahorra los 15 minutos de caminata. Nosotros caminamos. En China algo muy importante a destacar es que la mayoría de las personas eligen hacer colas, así que si decidís evitaras vas a ir más tranquilo.
 
En esos días de investigación, charle con muchas personas que me recomendaron que vayamos temprano, antes de las 9 de la mañana, para que podamos ver como iniciaban los Pandas su día. Pero, al llegar al primer punto, se me freno un poquito el corazón: cuando vi a esos osos gigantes revolcarse y amontonarse mientras todos a su alrededor gritaban, no pude evitar llorar.
 
También llore, y me enoje, cuando vi a mucha gente intentar despertar a los pequeños pandas. Que pasan la mayor parte del día durmiendo, jugando o comiendo. Que pasan su día a día, su vida, haciendo monerías y revolcándose entre sus hojitas para quien vaya a verlos. Saben que sensación tuve durante toda la visita? Que nada de lo que estaba viendo era real. Parecía que estaban entrenados para jugar como jugaban, comer como y cuando comían. Incluso, parecían estar entrenados para dormir a pesar de los gritos de quienes caminaban a su alrededor.
 
Y tengo que admitir, por más de que llore de nuevo mientras les cuento esto, que es así. El Centro de Conservación de los Osos Pandas Gigantes se encarga, entre otras cosas de la reproducción del panda. Pero lamentablemente esto no termina acá: hay todo un show montado alrededor del animal, que termina en miles y miles de personas al día gritando alrededor de la reserva cuando ven a los pandas aparecer (como si esto fuera por arte de magia). No los juzgo, solo trato de comprender y acercar este mensaje a todo aquel que quiera leerlo y tratar de cambiar esto.
 
Una vez más, como casi todos los días en China, me sentí en Disney. Solo que esta vez, esa sensación de adrenalina que te da estar disfrazado de princesa o de panda y jugar, no tenía lugar. Tratar de caminar por una aglomeración de gente sacando fotos y gritando al ver tras de un vidrio la incubadora de un panda bebé, no tenía lugar. Andar en un carrito que hace ruido, comiendo cantando y silbando, mientras sigo a los gritos al ver al panda comer, no tenía lugar. Ahí es cuando pierdo la fe y rompo en llanto.
Todo lo bueno – quisiera poder creer- que hace el Centro por una especie en peligro de extinción, se ve desarmado, roto y enterrado al abrir las puertas y dar espacio y permiso al show. 
 
Termine sintiendo que el panda estaba entrenado, porque lo vi jugar, lo vi comer, lo vi dormir. Y cuando quise salir corriendo, la marea de gente me llevo hacia la incubadora, donde miles y millones gritaban al lado. Y al doblar a la esquina para seguir buscando la salida, veo el corral donde un panda gigante está acostado. Un lugar tan pequeño, oscuro y siniestro, que no me dio lugar a pensar en nada más que salir corriendo.

Solo espero que esto de verdad algún día nuestra forma de vivir el mundo cambie. Por mi parte, desde que inicie el viaje, empece a informarme para poder modificar mis hábitos de consumo y colaborar con el desarrollo y la comunicación para que vivamos el turismo de manera responsable. Creo que el camino hacia una sociedad más responsable, empatica y amorosa con el otro, es la única forma de cuidar nuestro mundo.

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