Un día descubrí que era fuerte, cuando me tiré boca abajo en un acantilado en Irlanda y, mientras miraba como la olas rompían contra las piedras y mi pelo revoloteaba contra mi cara helada, me puse a llorar de alegría por poder estar disfrutando de este momento tan especial. Yo, que de un día para el otro empecé a tener miedo en las alturas cuando la naturaleza me abombaba, de repente estaba colgada boca abajo riendome de todo mientras el viento me acompañaba. Ese día de abril del 2018, volví a creer en mí. Porque después de mucho tiempo, me sentí fuerte y capaz de disfrutar lo que estaba eligiendo y construyendo.
Pero esta historia no se trata de como superé mis miedos y me di cuenta que era mucho más fuerte; sino de contarles como fueron mis meses trabajando como ayudante de cocina. Esa fortaleza que descubrí aquel día, tirada en el piso llorando y riendo en un acantilado, volvió a aparecer hace un tiempo; cuando volví a casa envuelta en un manto de olor a fritanga y un llanto que no me largaba.
Resulta que estuve expuesta a un contexto de violencia, de esos que pueden llegar a pasar desapercibidos si no frenas a pensar en lo que pasa. Y son los más peligrosos, porque te podes acostumbrar tanto a vivir así, que lo transformas en algo natural.
Entre marzo y mayo del 2019 trabajé en un restaurante del que solo me habían hecho malos comentarios. Me contaron de los gritos, de los malos tratos. Me dijeron que siempre decidían cuando iban o no a pagar propina. Todo eso me lo avisaron. Pero yo quería trabajar igual, así que pinté mis pestañas para la entrevista y me esmeré en quedar, quería tener la oportunidad de trabajar ahí igual; y, apenas lo hice, entendí como funcionaba, comencé a percibir todo aquello de lo que me habían advertido.
A los pocos días de comenzar a trabajar volví a casa llorando. Mariano me abrazó con fuerza y me dijo que renuncie, que ya estaba, pero yo entendí que necesitaba quedarme ahí un poco más, que había algo de todo esto que tenía que aprender, que descubrir. Me sequé las lágrimas, y decidí que al otro día no me iba a dejar pisar. Me acordé de los acantilados y entendí que era fuerte. Que soy fuerte. Entendí, y recordé, que puedo tomar las riendas y darle forma a mi destino.
Asique comencé a hablar. Frente a cada problema, yo iba y lo planteaba, expresaba mi malestar y mi desconformidad. Les decía, cuando algo me parecía que tenía que ser de otra forma. Entonces la cosa se puso más en mi contra aún, porque ya no me callaba y ahí me acordé que los violentos, abusivos, te quieren mirando al piso. No te quieren oír cantar ni soñar. No te van a dar lugar a crear.
Cuando conseguí otro trabajo me fui de ahí, porque entendí que había llegado a mi fin en ese lugar, porque no hay razón por la cual sentirme fuerte tenga que estar ligado a aguantar el maltrato de alguien mas. Gracias a eso recordé cuando hace muchos años le pregunté a alguien que vivió en una situación de violencia: “¿por que te quedaste tanto tiempo?” Esa persona no pudo responderme. Quizás no pudo procesar por qué se había quedado. Pero yo sí puedo, estoy trabajando aun en eso.
De fondo suena Queen y me dice: Open your eyes. Estás construyendo la mujer que queres ser: enamorada, viajando, libre, independiente. Solo dependes de vos para hacer lo que viniste a hacer: conocer el mundo, vivirlo, experimentarlo: lo bueno y lo malo, porque como siempre digo, hay muchas historias que contar mas allá de lo lindo que sean las fotos que subo a Instagram.